[...leer preferentemente escuchando waltz for one night- julie delpy...]
el fin de semana empezó en el auto, viajando juntos, haciendo que éramos grandes, llevando atrás un avioncito, de esos que no tienen motor, que vuelan en el aire, que planean como un ave rapaz de esas que le encanta ver a la nenita en el cielo.
íbamos mirando el sol de frente, escuchando roxette...
hello,
you fool,
i love you,
come join the joyride...
con el sol que caía, y una tortita negra que nadie quería comer, llegamos al lugar...un hangar donde duermen los avioncitos, con techo de plata y aire fresco que anunciaba una noche helada.
nada abrigaba, nada, hacía frío a la madrugada...
después de ver tantos planeando, el nenito no volaba, y desde el suelo los miraba, con los ojos en las nubes, poniendo nombres, buscando formas, él quería volar.
la luna creciente y una estrella de regalo...hasta que se rompió el cierre de nuestra casa de telas.
ahí el nene se enojó y pateó cosas, y la paciencia no es lo que nos sobra, a ninguno de los dos.
para ahogar las penas, y lavar del cabello las estalactitas que nos quedaron de armar otra casita bajo el frío rocío, nos fuimos a jugar al pacman, y al mortal kombat.
nunca pude ganarle.
por eso, quise tomarme el fernet antes que él, pero tampoco pude.
no me importa, no me importa que me gane.
lo adoro de todas formas.
amanece de luz amarilla, de medialunas en el bar paquete del pueblo, en la esquina, con jugo de naranja y americano con crema, mirando con ojos de sueño, algo de resfrío y bayaspirina c.
yo no estaba congestionada, pero me la tomé porque me gustan.
con un trapo del color del sol lavamos el planeador de juguete, y yo me reía porque parece un huevito.
juntos lo llevamos a la pista, y brillaban los dos, el avioncito y él.
él sabía que volaría alto, bien alto.
esperando juntos que un avion colorado me lo lleve con las nubes, yo tenía un poco de miedo, pero no se lo dije.
y ahí se fue, con un chupetín en el bolsillo, cuando falta azúcar allá a lo alto...
yo lo ví irse lejos, y quería estar ahí, con él, acariciando lo celeste de esa tarde, mirando su sonrisa enorme, con mi gorrito color arena.
nada más lindo en esta vida que verlo sonreir.
yo miraba para arriba un par de horas más tarde, y pensaba cómo estaría virando con sus alas, subiendo en esas térmicas que él me enseñó a ver, y feliz en esa libertad, en esa utopía de volar, de parecerse a un albatros, de ser aerodinámicamente perfecto.
la hora de la siesta me hizo corta la espera, y entre sueños me despertó con cara de cansado, y un resfrío enorme.
quería al nenito de vuelta, con los pies sobre la tierra.
con los ojos de cristal, por el frío de la noche anterior.